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Antonio Ginés Collado González - 14 años
Qué era aquello sino un bello paisaje.
Un suelo cubierto de una bellísima alfombra de hojas marrones, rojas y amarilleadas; a cada paso crujiente, como vida frágil que se esfuma con el mero tacto de la brutal belleza humana.
Como lunares tiene un estampado, así salían troncos claros y desnudos de la alfombra de hojas. Sin apariencia vigorosa ninguna, se mostraban blanquecinos, con un ramaje amarillo, granate y marrón; que esperan caer en un río de almas, para recordar por siempre la primavera de sus vidas.
Y todas y cada una de las hojas que todavía intentaban ocultar la desnudez de los frágiles (antaño gráciles) árboles; formaban un pequeño y casi desecho techo amarillo. Dando imagen de una catedral vieja, destartalada, de pilares viejos y antiguos, ahora canos y marchitos. Con una bóveda de hojas antes envidia de este mundo, ahora soñadora de aquel bello pasado que parece no volver.
¿Y quién corona tan marchito paisaje? ¡El caballero Sol, engalanado con una espada flamígera y anaranjada para infundir pavor en el temeroso y valor en el valiente! El fulgurante peto del caballero, redondeado y cobrizo. Su yelmo como si espuma fuera, anaranjado y preparado para una guardia intemporal junto con guardias, guardianes y grandes caballeros para escoltar el paso del tiempo en el bosque.
Así como caen las hojas en el perpetuo momento, errantes son las almas perdidas. Hombres que se han estancado en la ansía del conocimiento, para no desear más que eso, y les pierde para nunca volver a encontrarse en el cuerdo mundo en el viven pero sin ser conscientes de ello. Hombres que intentan encontrar la eterna sabiduría y todo mas; pero, como hombres que son, solo ven esa perfección, siendo motivo de mofa para los adalides del mundo cuando los ven intentar apenas rozar esa perfecta sabiduría. Y son hombres que han errado tanto en este perpetuo bosque caducado, pero que no han sabido adaptarse a lo que son y no han continuado hacía un ocaso para volver a renacer de nuevo.
Este es el bosque otoñal, un bosque en pleno ocaso, que se prepara para desnudarse por completo, yacer y morir.
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